martes, 31 de enero de 2012

Siete razones por las que me gusta el invierno sueco

Cualquiera que viva en Suecia se habrá quejado en algún momento de los crudos inviernos de seis meses con temperaturas negativas y nieve y hielo a cascoporro. Yo no soy la excepción a esta norma, aunque después de dos inviernos y medio ya me quejo bastante menos que cualquier sueco (porque a los suecos les encanta quejarse del tiempo). Aunque en este país la gente parezca aborrecer los inviernos, a la larga te acabas acostumbrando e incluso te gustan, comienzas a verle ventajas. ¿Síndrome de Estocolmo? Tiene que ser eso, el síndrome de Estocolmo como mecanismo de defensa para no perder la cordura y sobrevivir a meses y meses de invierno. Aquí van algunas ¿ventajas? Del invierno sueco:

1.Sabes qué ropa necesitas
En un día de invierno cualquiera en España es imprescindible consultar el parte meteorológico para saber qué te espera cuando salgas a la calle. El invierno en España es muy variable: tan pronto tienes cinco bajo cero y nieve como doce grados y un sol de justicia. Si no sales a la calle preparado corres el riesgo de pelarte de frío o de asarte. En Suecia no tienes ese problema: necesitas salir casi con escafandra. Bufanda, gorro, guantes, seguro que aciertas. Porque da igual que haga veinte bajo cero, doce bajo cero o cinco bajo cero.

2.No llueve, nieva
Parece una tontería, ¿verdad? Para nada, es una maravilla. Porque no hay nada peor que soportar días y días de lluvia. Con temperaturas superiores a cero grados si precipita algo será lluvia, con lo que necesitarás llevar paraguas. Y como sople viento con ganas por mucho paraguas que lleves llegarás a casa calado. ¡En Suecia no tienes ese problema! Como en invierno la temperatura siempre está en negativos, todo lo que caiga del cielo será nieve, con la ventaja de que la nieve no cala. No señor, la nieve no cala. Con que lleves un abrigo medio decente, al llegar a tu casa lo único que tienes que hacer es sacudirte la nieve del abrigo y dejarlo un rato en la percha. Y no necesitas paraguas: gorro, guantes y bufanda bastan para enfrentarse a cualquier tormenta de nieve y salir victorioso

3.Puedes andar por sitios insospechados
Cuando aprieta el frío de verdad, nada mejor que darse un garbeo por el lago. Sí, sí: por el lago. En los meses más duros del invierno los lagos se convierten en una especie de parque de atracciones, con gente patinando, paseando, jugando… Increíble, vamos. La experiencia de atravesar Estocolmo de parte a parte, moverse de isla a isla sin pisar un puente es increíble. Claro que también conviene dejar que los suecos vayan primero, que saben por dónde pisar, no sea que te confíes, no haga frío suficiente como para que la capa de hielo pueda sostener tu peso y tengamos un disgusto.

4.Los peatones son los amos
Cuando la nieve inunda Estocolmo, la conducción se complica. Al coger el coche hay que ir con precaución, no hace falta conducir pisando huevos pero sí que es imprescindible poner mucha atención para no salirte de las rodadas, porque en cuanto las ruedas salgan del camino establecido y pisen nieve el coche se convierte en una bola de pinball sin control. Si a esto le añades una nevada la cosa se pone aún más interesante, porque tu visibilidad se reduce a blanco: carretera blanca, aceras blancas, cielo blanco… Así que la única forma de llegar al trabajo sin llevarte a nadie por delante es pisar el freno cada vez que veas a un peatón a menos de tres metros de tu vehículo. Consecuencia: los peatones mandan.

5.Si tienes terraza no necesitas congelador
¿Que vas a dar una fiesta en tu casa, quieres invitar a 30 personas y tienes un frigorífico y un congelador tamaño David el Gnomo? ¡No pasa nada, es invierno y estás en Suecia! Con tu terraza a bajo cero puedes guardar litros y litros de bebidas y conservarlas a su temperatura óptima de consumición. Sólo tendrás que echar un ojo a las cervezas de vez en cuando si hace mucho frío, porque a lo mejor se te congelan y revientan. Pero quitando ese problemilla, todo son ventajas. Porque además conseguirás evitar el efecto secundario de almacenar la bebida en el frigorífico: que tu cocina se convierta inevitablemente en la “sala VIP” de la fiesta y termines con más gente en tu cocina que en tu salón (y esto te pasará aunque tengas una cocina de tres metros cuadrados y un salón de treinta).

6.Se ha implantado la costumbre de descalzarse al entrar a una casa
Descalzarse al entrar a una vivienda es un avance social tremendo, y se lo tenemos que agradecer al invierno, al hielo y a la nieve. Con esta costumbre implantada en Suecia todo el mundo se descalza al entrar a una vivienda, incluso los propietarios, para no dejarte el suelo hecho unos zorros. Gracias a esta costumbre es mucho mas higiénico simplemente estar en tu casa, tardas mucho menos en limpiar el suelo y sabes en todo momento dónde has dejado los zapatos: en la entrada.

7.Puedes practicar deportes de invierno en cualquier parte
Si te gustan los deportes de invierno, que no es mi caso porque soy un cero a la izquierda en esas cosas, entonces Suecia es tu país. Aquí puedes hasta hacer esquí de fondo para ir al supermercado. Podría decirse que los suecos necesitan nieve para superar el invierno, porque se volverían locos si no pudieran practicar sus deportes favoritos. Un ejemplo: este invierno fue bastante suave, ha nevado muy poco y los suecos se quejaban del tiempo… ¡pero en esta ocasión se quejaban porque no hacía frío ni nevaba lo suficiente! Si es que como dijo aquel “nunca nieva a gusto de todos”

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miércoles, 25 de enero de 2012

Descalzarse en casa, una necesidad

Una de las costumbres que más le llama la atención a un español al llegar a Suecia es la de descalzarse al entrar a cualquier vivienda. Da igual que sea tu casa y vuelvas del supermercado, que vayas a ver una peli a casa de un amigo, o que vayas a una fiesta a casa de un conocido. Al entrar, tendrás que quitarte los zapatos y dejarlos en la entrada, y mientras permanezcas en el interior de la vivienda tendrás que ir en calcetines.

¿Por qué es de buena educación descalzarse al entrar a cualquier vivienda?
Si te mudas a Suecia en verano esta medida te parecerá extraña, pero si lo haces en invierno le verás el sentido al instante: nos guste o no, las suelas de los zapatos cogen mierda por un tubo. Y cuando digo mierda, lo digo hasta literalmente: barro, polvo, tierra, gérmenes, chicles, cacas de perro… todo eso convierte a las suelas de los zapatos en algo de lo más antihigiénico. Sólo por cuestiones de higiene ya debería ser de sentido común descalzarse al entrar a una vivienda tanto en Suecia como en España. Pero además los suecos tienen un enemigo más al que combatir: el invierno.

En Suecia salir a la calle en invierno conlleva jugarse la vida entre placas de hielo y montones de nieve, con el consiguiente riesgo para la salud. Además de eso, siempre terminarás con los zapatos calados por hielo, agua, nieve o lo que sea. Obviamente, cuando vuelves a casa tienes las suelas caladas de algo que a simple vista es agua, pero que en realidad es agua muy sucia. Si no te descalzases al entrar a tu casa a los pocos minutos el parquet se convertiría en una ciénaga. Las inclemencias del tiempo hacen de descalzarse una necesidad: si no te quitas los zapatos dejarás el suelo hecho unos zorros. Imagina cómo se quedaría el suelo de una vivienda si celebras una fiesta en tu casa y nadie se descalza. A la mañana siguiente se te caería el alma a los pies porque algunas manchas no saldrían ni fregando; en cambio si la gente se descalza con barrer o pasar la aspiradora tendrás suficiente.

Es verdad que al principio la costumbre de descalzarse le resulta chocante a cualquier español, sobre todo por el temor a que le huelan los pies o a que tenga agujeros en los calcetines. Pero no hay que olvidar que los calcetines se pueden remendar y que el olor de pies se puede tratar con productos que se compran en cualquier farmacia. En cambio, limpiar el parquet puede ser mucho más trabajoso (y caro).

Un efecto colateral de la costumbre de descalzarse
Como nota interesante, esta costumbre ha otorgado a los calcetines y a las medias una mayor importancia como complementos, situándolos a la altura de los relojes, las bufandas o los fulares. Los calcetines pasan a ser una parte visible del vestuario y como tal hay que conseguir que refleje quiénes somos. Los calcetines negros o azules oscuros están bien, pero en Suecia pueden dar la impresión de ser una persona aburrida. No es raro ver calcetines con colores más vivos y diseños más originales, que por supuesto vayan a juego con el resto de la vestimenta.

A la larga, descalzarse al llegar a casa se convierte en todo un descubrimiento. Cuando meditas sobre las ventajas y los inconvenientes de descalzarte nada más entrar en tu casa y usar un calzado distinto para moverte por tu vivienda te das cuenta de que descalzarse es mucho mejor. Tardas treinta segundos y a cambio tienes un suelo mucho más limpio, tienes los pies más descansados y te sientes más a gusto en tu propia casa.

lunes, 23 de enero de 2012

Trabajando en Suecia: la máquina de cafés

Culturalmente los suecos y los españoles se parecen más bien poco, y en un entorno laboral menos aún: los silencios, el feedback… todo cambia. Sin embargo, hay un momento que a un español le será muy familiar, una máquina que los suecos manejan con una soltura y una frecuencia admirables: la máquina de cafés.

Tanto en España como en Suecia la máquina de cafés se ha convertido en una parte central de la vida empresarial. En España hemos tenido hasta una serie de televisión bastante graciosa sobre el tema, cámera café, donde se veía cómo los trabajadores de una empresa se tiraban el día frente a la máquina de cafés, medio escaqueándose de sus quehaceres diarios, medio desconectando para volver al trabajo a darlo todo. En Suecia la máquina de cafés tiene tanto protagonismo como en España o incluso más, porque no tenemos que olvidar que Suecia es el segundo país que más café consume por habitante con un promedio de cuatro cafés al día. Eso sí, hay algunas pequeñas diferencias con España.

La primera diferencia es de tipo pecuniario y es muy positiva: en Suecia el las máquinas de café son gratuitas. Sí señor, beber café gratis en el trabajo es un derecho adquirido. Nada de dejarse cincuenta céntimos cada vez que vamos a la máquina a recargar las pilas. No concibo una empresa en Suecia donde la máquina de cafés sea de pago, este simple hecho provocaría protestas inmediatas y con todo lo pacíficos y tranquilos que son los suecos no me extraña que terminasen a gritos y a golpes. ¿Tan grave sería? Hagamos unos simples cálculos: un trabajador activo se mete seis cafés en el trabajo cada día, veinte días laborables a la semana. Si un café cuesta 50 céntimos, nos saldría la broma a sesenta euros al mes.

Además los trabajadores tendrían un argumento muy sólido para defender la gratuidad de los cafés: fomentan la creatividad y la buena marcha de la empresa. Sí, de verdad. La máquina de cafés es un punto clave de la empresa donde se intercambia información y se realizan micro-reuniones para tratar los temas más diversos. Aquí no pasa como en España, donde irse a por un café es una técnica común de escaqueo y tiene como principal finalidad escapar del jefe durante cinco minutos; en Suecia se utiliza la frase “tomar café” para discutir de manera informal aspectos más o menos serios del trabajo en un entorno más amistoso de lo habitual.

Beber café en Suecia es casi una necesidad. Si no bebes café, puede que te consideren un bicho raro en el trabajo. Es más, te pueden ver como egoísta y antisocial porque muchas veces cuando un compañero te pregunta si quieres tomar un café no te está preguntando si quieres tomar un café, te está preguntando si tienes unos minutos para discutir algo relacionado con el trabajo, y no te lo dicen directamente porque es tan habitual hacerlo que dan por supuesto que en todo el mundo se utiliza la máquina de cafés como lugar de mini-reuniones. Si no bebes café da igual, levántate, acércate a la máquina de cafés y ponte un chocolate caliente, prepárate un té o coge un vaso de agua. Lo que quieras, pero vete a rondar la máquina: tus compañeros te lo agradecerán.

viernes, 20 de enero de 2012

Trabajando en Suecia: los silencios y su significado

El tema de las diferencias culturales es recurrente en este blog. El choque entre la cultura sueca y la cultura española puede dar lugar a malentendidos varios, malentendidos que en un entorno casual no importarían demasiado pero que en un entorno laboral pueden tener consecuencias graves. El último post sobre la concepción de lo que es buen y mal feedback es buen ejemplo de ello, y este post ahonda en esa idea. Los silencios son interpretados de forma muy distinta por suecos y españoles, su significado varía de una cultura a otra y si no se presta atención a este detalle las consecuencias pueden ser muy negativas.

¿Cómo se entienden los silencios en la cultura española en un entorno laboral?
Fácil, un silencio es interpretado como “OK, todo va bien”. Una reunión de trabajo en España siempre es algo movida, con gente hablando constantemente lanzando ideas al aire, tratando de refutar ideas de compañeros y aportando datos y datos. Un sueco participando por primera vez en una reunión sólo con españoles se quedaría callado en un rincón presenciando el guirigay que se forma antes sus ojos, no abriría la boca porque es educado y espera su turno (que es cuando los demás dejan de hablar, pero como siempre va a haber alguien hablando no tendrá suerte el chico) y se quedaría acojonado por el volumen y la intensidad del debate que a veces roza la descalificación personal.

En este entorno, los silencios se utilizan generalmente como punto de inflexión entre un elemento del debate y otro, para ratificar que todo va como es debido. Es habitual que el jefe pregunte algo como “¿Qué, chicos, cómo lo veis?¿Alguna pega?” Con lo que los silencios son interpretados como afirmaciones, sirven para dar el consentimiento tácito para continuar porque el punto tratado está visto para sentencia. En otras palabras, los silencios tienen una connotación generalmente positiva.

¿Qué ocurre en Suecia?
Como no podía ser de otra forma, los silencios se interpretan justo al revés. Creo que he dejado bastante claro el carácter sueco estándar: evitar confrontaciones, buscar consenso, respetar a los demás con educación extrema, no decir una palabra más alta que otra… Vamos, emocionalmente distante y diametralmente opuesto al carácter de un español cualquiera. En este país donde la némesis de cualquier jefe es tener que lidiar con un conflicto, donde tu supervisor es demasiado educado para decirte que has metido la pata, donde el simple hecho de pensar que un compañero lo está haciendo mal es casi vergonzoso, está claro que el silencio es interpretado como algo negativo.

De hecho, en el entorno laboral sueco no hay nada peor que los silencios. Si estás en una reunión presentando tus conclusiones y sólo consigues silencios, algo has hecho terriblemente mal y todos se han dado cuenta. Si después de una presentación sueltas el “¿Alguna pregunta?” y nadie dice nada, has metido la pata big time. Los suecos son tan educados que prefieren evitar comunicarte tus fallos esperando que el silencio sepulcral te sirva de aviso y de correctivo. Claro que si eres español lo interpretas como “todo va bien”. Vamos, lo interpretas justo al revés. Y lo peor es el efecto cascada: en cada reunión las caras serán más serias y los silencios más sepulcrales, el español cada vez se irá con mejor feeling pensando que cada vez deja a los jefes más impresionados con su trabajo hasta que un buen día termina con el contrato rescindido.

El español en cuestión, lógicamente, irá entre indignado y decepcionado a pedirle cuentas al jefe… y se topará de bruces con un silencio sepulcral.

martes, 17 de enero de 2012

Trabajando en Suecia: el feedback

Trabajar en un país distinto al propio es todo un reto. Dejando a un lado el hecho de que el idioma a emplear será el inglés y no el español, las diferencias sociales y culturales suelen acentuar la sensación de que no estás encajando del todo bien. Trabajar en Suecia no es una excepción; al ser un país con una cultura tradicionalmente mucho más relajada, tranquila y pacífica que España hay determinadas situaciones laborales que pueden malinterpretarse y desembocar en problemas más graves.

Una de esas situaciones es el feedback, la evaluación contínua de tus jefes y supervisores, sus reacciones a las labores que desempeñas y las indicaciones que te dan. España es un país de sangre caliente, donde la gente utiliza un tono generalmente elevado al hablar, donde la confrontación no está mal vista. En España no es socialmente inaceptable ponerse temperamental y cantar las verdades del barquero (dentro de ciertos límites). Por ejemplo:
    - Jefe: Martineeeeeeeeeez! Pase a mi despacho.
    - Empleado: Sí jefe, ahora mismo.
    - Jefe: ¿Puede explicarme esto? – Dice mientras agita con vehemencia un informe redactado por el empleado en cuestión.
    - Empleado: Ehm… Es el informe sobre…
    - Jefe: ¡Ya sé lo que es! ¿Podría decirme por qué el precio objetivo final es 60 y no 80?
    - Empleado: Bueno… Aunque 80 es lo sugerido por el cliente, si tenemos en cuenta…
    - Jefe: ¿Si tenemos en cuenta qué? Si el cliente dice 80, es 80. Así que ya me está rehaciendo el informe con un precio objetivo de 80, me da igual los funambulismos que tenga que hacer. Aquí le pagamos por trabajar, no por pensar.
    - Empleado:
    - Jefe: ¿No me ha oído, Martínez? ¿A qué está esperando?
    - Empleado: Voy, voy.
¡Tachán! ¿A que resulta familiar? Puede que el ejemplo anterior sea exagerado y bordee el bullying, pero refleja con fidelidad la cultura laboral española: a tortas se aprende, y no hay que malgastar energía en críticas constructivas. La versión moderada del ejemplo anterior son los “sándwiches constructivos”, donde un jefe con mucho tacto envuelve sus críticas entre dos frases de ánimo o crítica constructiva. Aunque en muchos casos el “pan de molde” (críticas constructivas) que usan parece el de semilla de oro por eso de que lo aguanta todo, ya que te meten kilo y medio de “relleno” (críticas destructivas) sin pestañear.

En Suecia la situación cambia mucho. Muchísimo. Tanto que el empleado en cuestión puede malinterpretar las señales y salir de la reunión creyéndose el rey del mambo, pensando que está haciendo un trabajo cojonudo y descubrir a los pocos meses que le ponen de patitas en la calle. ¿Cómo es posible? Sencillo: los suecos tienen un terror atávico a la confrontación. Es la némesis de un entorno laboral óptimo, el terror de cualquier empleado. Cuando en Suecia un jefe tiene que decidir entre criticar o corregir abiertamente a un empleado, cosa que requeriría caras largas, y escurrir el bulto para no herir sus sentimientos, probablemente se decante por lo segundo. Una sesión de feedback cualquiera en Suecia:
    - Empleado (español): Buenas, ¿querías hablar conmigo sobre mi rendimiento?
    - Jefe (sueco): Sí. Estás haciendo un buen trabajo.
    - Empleado (español):
    - Jefe (sueco):
    - Empleado (español): ¿Es todo?
    - Jefe (sueco): Eh… sí.
Y el susodicho empleado se va de la reunión más contento que unas castañuelas pensando que es la bomba. Mientras tanto, el jefe se frustra porque se da cuenta de que su mensaje no está calando en el empleado. ¿Qué mensaje? Eso digo yo. Pero en Suecia hay que leer mucho entre líneas. ¿Qué líneas, si el jefe no ha dicho casi nada? Eso es. Hay que interpretar a las personas, analizar su grado de confort en las reuniones… algo en lo que los españoles (sobre todo los hombres) solemos fallar estrepitosamente.

¿Cuál es la mejor solución a este potencial problema?
Sin duda, coger el toro por los cuernos. Desde el primer momento hay que dejar claro tanto a tu jefe como el resto de los empleados que por cuestiones culturales y sociales ese tipo de feedback no vale contigo, que las sutilezas no funcionan, y que si esperan que captes determinadas “señales” en el entorno laboral lo llevan claro. Eres español y, además de bailar flamenco, torear, echarte siestas y arrancarte por bulerías, eso conlleva ser una persona directa acostumbrada a trabajar en un entorno laboral donde todo el mundo es directo y nadie deja lugar a malinterpretaciones. Si haces ver a tus compañeros que la única forma de que puedas responder a sus consejos y exigencias es con la verdad dicha a la cara, se esforzarán todo lo posible por cantante las cuarenta cuando haga falta. Les costará horrores y lo harán fatal, pero lo harán. Porque si hay algo que los suecos valoran más que evitar confrontaciones es el entusiasmo por mejorar y ser más productivo en el trabajo.

viernes, 13 de enero de 2012

Los deportes favoritos en Suecia

¿Cuáles son los deportes favoritos en tierras nórdicas? ¿Son los gustos parecidos a los de los españoles? Para ello el fútbol tendría que estar bien destacado en primera posición, porque a los españoles nos gusta el fútbol, después el fútbol, luego el fútbol y a continuación ya vendrán los demás deportes con el baloncesto, el tenis, el motociclismo, el balonmano y el fútbol sala a la cabeza.

En un país donde la nieve es la tónica habitual en el paisaje durante varios meses al año, no es de extrañar que los deportes de invierno cobren un protagonismo muy superior al que tienen en España. Los deportes de invierno gustan, y gustan tanto que como salga un invierno suave y seco (como este invierno 2011-2012, poco frío y casi sin nieve, un chollazo para los españoles) se tiran de los pelos porque no pueden practicar sus deportes preferidos tanto como querrían, o porque para hacerlo tienen que irse más hacia el norte de Suecia.

Hablando con unos y otros, las conclusiones a las que he llegado es que los deportes preferidos en este país son:
  • Hockey sobre hielo. Este deporte es el deporte rey en Suecia sin discusión. Los estadios se llenan tanto con los partidos de liga como con los partidos internacionales. Pocas cosas entusiasman tanto a un sueco como la copa del mundo de hockey sobre hielo, sobre todo si tienen la oportunidad de vencer a sus vecinos.
  • Fútbol. Si hay un deporte que no sea de invierno que pudiera colarse en el top-5, tenía que ser el fútbol. Aquí el fútbol gusta mucho, y está casi a la altura del hockey en popularidad… al menos cuando se trata de verlo por televisión, porque la liga sueca no es de lo mejorcito que hay y su selección no les da demasiadas alegrías. Jugadores como Zlatan Ibrahimovic ayudaron a que este deporte adquiriera mayor popularidad, por hoy en día sigue en segunda posición.
  • Bandy. ¿Bandy, y esto qué es? Se preguntarán muchos. Pues no es otra cosa que hockey sobre hielo con una pelota en vez de con un disco. Las reglas son muy parecidas, el stick que se usa para golpear la bola es igual que en hockey… vamos, que es hockey sobre hielo con una pelota.
  • Duatlón. Cuando te lo explican, no le ves la gracia: ¿Esquí de fondo y tiro al blanco todo en uno, pero esto qué es? Cuando lo ves por televisión, descubres un deporte entretenido, un deporte para machotes. Porque ahora lo llaman deporte, pero seguro que hace algún que otro siglo los lugareños “jugaban” a esto cuando salían al bosque a cazar herbívoros y huir de carnívoros.
  • Esquí de fondo. Prácticamente todos los suecos saben esquiar, y como en invierno las calles suelen estar cubiertas de nieve, el esquí de fondo se convierte en la alternativa invernal a salir a hacer footing. A los suecos les vuelve loco este deporte, tienen varias competiciones durante el invierno con carreras populares de hasta 90 Km. Sí, ha oído usted bien: noventa kilómetros de esquí de fondo campo a través por la Suecia profunda, igualito que la San Silvestre Vallecana.
  • Balonmano. Fuera del top 5 tenemos este otro deporte conocido y practicado en España. A los suecos se les da muy bien el balonmano probablemente por cuestiones de envergadura y tal, y es un deporte en el que su liga es de alto nivel y su selección nacional sí es competitiva.
Éstos son los principales deportes que se practican en Suecia. Los deportes de invierno reinan supremos como no podía ser de otra manera, con el fútbol como invitado de excepción. Eso sí, además de estos deportes a los suecos les gusta ponerse en forma de otra forma: yendo al gimnasio. Ir al gimnasio no es un deporte, y por eso no está en esta lista, pero hay que mencionarlo porque en Suecia en general y en Estocolmo en particular la gente está loca con los gimnasios. Loca, hasta el punto de que cuando un servidor va al gimnasio siente un cierto complejo de inferioridad al verse rodeado de seres esculturales y vigoréxicos.

martes, 10 de enero de 2012

Suecos y españoles, ¡volemos en avión!

Durante estas vacaciones de navidad me volví a España para disfrutar de un verano con sol de justicia y temperaturas oscilando entre cero y ¡quince! Grados. En esta ocasión en mis vuelos de ida y vuelta con Iberia, IB3321 e IB3322, no me preocupé sólo de lo que llevaba a España y las delicatessen que me traía de vuelta a Suecia; además me fijé más detenidamente que en otras ocasiones en el resto de pasajeros del avión. Y cómo no, observé que hay bastantes diferencias entre el comportamiento del sueco medio y el del español del montón, aunque también hay alguna que otra similitud. Aquí va mi análisis:
  • Similitud: hacer cola para embarcar. Mira que el personal de tierra de Iberia anuncia siempre en español, sueco e inglés el mecanismo para acceder al avión: “primero pasajeros con niños y clase business, después comenzaremos el embarque por filas, comenzando por las filas 30 a 35. Repetimos, sólo pasajeros entre las filas 30 a 35”. Pues nada, ahí tienes a tres cuartos de avión haciendo cola como posesos para nada, viendo cómo yo me quedo sentadito terminándome mis cheesburguers (vuelo Estocolmo-Madrid) o leyéndome mi periódico (vuelo Madrid-Estocolmo). Aquí los suecos y los españoles se mueven todos a una: maricón el último y que me quiten lo bailao. Si vamos un paso más allá y analizamos los porqués, seguramente podamos ver que esta similitud en el comportamiento es mera casualidad, fruto de reacciones muy distintas. Por un lado, el que los españoles se pongan a la cola es un acto reflejo, un mecanismo de defensa ante la tradicional picaresca española (porque en cualquier otra situación si no te pones físicamente en la cola aparecerá algún listo que se cuele con mucha labia y mucho desparpajo); por otro, los suecos hacen cola simplemente porque es lo suyo, les encanta.
  • Diferencia: paseos por el avión. En cuanto se apaga la señal de cinturones abrochados, los suecos comienzan a pasearse por el avión como Pedro por su casa. Por el contrario, los españoles suelen quedarse sentaditos a menos que tengan que hacer una visita al servicio. Supongo que esta diferencia tiene su raíz en la habitual actitud despreocupada y confiada de los suecos, que confían ciegamente en lo que sea, en este caso en que el piloto no hará alguna maniobra brusca que les lance despedidos hacia el techo.
  • Similitud: echarse una cabezadita. No importa que un vuelo dure cinco horas o cinco minutos, algunas personas cerrarán los ojos y se echarán a dormir. Probablemente es un mecanismo psicológico de defensa, consecuencia de viajar como sardinas en lata rodeado de desconocidos que penetran en nuestra área personal. Cierras los ojos, te abstraes y te olvidas. Esta medida es inherente al ser humano, y seguramente esté por encima de diferencias culturales entre suecos y españoles.
  • Diferencia: equipaje de mano. Analizar el volumen y la cantidad de equipaje de mano que portan los pasajeros de un vuelo según su sexo, edad y procedencia sería un estudio de ingeniería social de lo más interesante. Mirando con detenimiento un se da cuenta de que ¡oh, sorpresa! los españoles tienden a interpretar las limitaciones del exceso de equipaje en su versión menos restrictiva: equipaje de mano + maletín del portátil + bolso. En cambio, el respeto de los suecos por las normas, la ley y el orden provoca que los suecos viajen con un solo bulto que por supuesto cumple con el límite de peso y de medidas máximas. Los sudamericanos ya son caso aparte; en navidades, con el avión de bote en bote, el personal de Iberia avisa que al entrar se inspeccionará el equipaje y sólo se permitirá un bulto en cabina. Resultado: todos los sudamericanos y bastantes españoles tienen que rehacer sus bultos y dejar la mitad de su “equipaje de mano” para que lo metan en la bodega del avión.
  • Diferencia: conversaciones con tus vecinos. si te sientas entre un español y un sueco sabes que sólo te dirigirá la palabra el español (a menos que seas una mujer de bandera, claro, en cuyo caso las funciones biológicas básicas se anteponen a las funciones cognitivas). Los suecos no interactúan con desconocidos, e ignorarán tu presencia de forma muy educada y escandinava. Por el contrario, parece que a los españoles les queman las palabras en la boca y no te librarás de por lo menos un “buenos días”.
Si alguna vez viajáis a Suecia desde España (o a España desde Suecia, tanto monta…), no dejéis de observar a los pasajeros que van con vosotros en el avión. Veréis cómo hay similitudes y diferencias entre suecos y españoles que saltan a la vista.